Edward Bach y Samhain, el camino hacia la luz

Cada 27 de noviembre se cumple el aniversario de la muerte de Edward Bach. Unos días antes, la medianoche del 1 de noviembre marca otra fecha importante: el fin del verano (Samhain) y la llegada de la oscuridad.

Para la tradición celta, este día 1 da el comienzo del Nuevo Año. Esta fiesta representa la muerte simbólica del Dios Sol y la entrada en la mitad oscura del año. A partir de este momento ya no se recogen más flores, ha llegado el fin de la cosecha. Pero para aquéllos que supieron cosechar en el tiempo de la Luz, la oscuridad no significa muerte, sino la transición a un nuevo renacimiento, un viaje a las profundidades, un volar hacia adentro… Quizás en esta noche, más que en ninguna otra en la rueda del año, sentimos la cercanía de nuestros ancestros, nuestros maestros espirituales, y cómo no, de aquellos seres cuyo legado ha calado hondo en nuestras almas. Y es en esta noche, cuando lo invisible se hace visible, que somos más permeables a ese otro lugar donde el tiempo y el espacio no existen.

Bajo este umbral mágico, entre el cielo y la tierra, Edward Bach se preparaba para continuar su viaje. Por unos instantes, lo imagino esbozando una sonrisa al recordar la anécdota de la famosa maleta que contenía zapatos en vez de morteros y brazos de mortero, y que algún duendecillo travieso (sabiendo lo que le esperaba) cambió de lugar. Tras la sonrisa… la aceptación. Hacia donde se dirige, los zapatos ya no son necesarios. Sin equipaje, libre de las ataduras del cuerpo, se encamina vestido tan sólo con la serenidad del que conoce su misión.

Y para esta nueva andadura, siente que la llamada es ahora para buscar otras flores de perfume más sutil y delicado, en otros campos y por otros caminos. Precisamente el 1 de Noviembre de 1936, día de Difuntos para la tradición cristiana, el Dr. Bach escribe a su equipo de colaboradores: “Hay momentos como éste en que espero una invitación a algo que no sé muy bien.” Pero para su alma, conocedora de otras tantas muertes y renacimientos, se acercaba el momento de abandonar “este día de colegio” y proseguir su aprendizaje en una escuela, sin duda, de grado superior.

Hoy, para los que aún estamos aprendiendo las lecciones básicas, es un día para honrar su legado y toda la luz que trajo a nuestras vidas.

Aunque su marcha fue prematura, no dejó tras de sí ninguna sombra, pues su mensaje de amor por toda la creación encendió en nuestros corazones una llama que no se apagará nunca. Mientras esto escribo, cuando ambos mundos se tocan, en la noche más mágica del año, la estancia se llena de presencias invisibles. No es momento para la tristeza, sino para el agradecimiento. Demos gracias a todos aquellos que nos han ayudado a convertirnos en lo que hoy somos.

Gracias, Edward Bach, por señalarnos el camino a casa.

Raquel González

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